La risa como una pequeña ola que llega, nos alcanza y rompe enseguida a nuestros pies.
Tras la ventana está el paisaje de la aldea. Pero en el cristal se reflejan los ojos que la miran.
José Mª. Sulleiro
Publicado en la lista Escritura Creativa el 28 de septiembre del 2004
El sol era una bola de fuego. Los termómetros marcaban más de cuarenta grados a la sombra y los pájaros caían en la arena agonizando de sed. Tenemos que salvarlos de esa muerte tan cruel, dijimos, y apostamos grandes latas llenas de agua fresca por todas las esquinas. Los pájaros se precipitaron inmediatamente sobre ellas. Casi todos murieron. Unos, ahogados. La mayoría, aplastados por la ansiedad de los demás.
de Truk, de Maribel Lacave
Publicado en la lista Escritura Creativa el 28 de septiembre del 2004
A veces el tiempo es un perro que se mueve hacia delante justo en el momento en que lo vas a acariciar, y otras una abeja que parece suspendida en el aire, pero que en realidad mueve las alas con un frenesí de ráfaga.
Su dolor era en aquellos días aún transparente, carecía de sentido; tan grande, que pensaba que nunca sería capaz de reducirlo para que entrara en las bodegas del entendimiento y envejeciera allí, macerándose con la rutina de todos los días; que nunca sería capaz de ver al cabo, con el reactivo del tiempo, de qué color era.
¿Soy lenta porque tú eres paciente? ¿O tú eres paciente porque yo soy lenta?
Apareció de repente a la vuelta de una curva: bajaba por el carril contrario a velocidad de vértigo en su bicicleta, con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja.
Les dijo a los empleados de la casa de mudanzas dónde debían colocar los muebles. En los siguientes días, fue abriendo las cajas y buscó a cada objeto su sitio. Tardó algo más en ordenar y colocar todos sus libros, y varios sábados en aprenderse el mapa del supermercado. Meses después, una mañana se levantó recordando que había soñado por primera vez con la ciudad en la que ahora vivía. Entonces supo que, por fin, había terminado de instalarse.
Oigo el sonido del viento en mis oídos, luego estoy cabalgando. Siento el viento en la cara, luego estoy cabalgando. Esta noche, cuando los perros callan.
No sé si dejarme crecer las alas
o limármelas
las tardes de domingo,
mientras la vida pasa
detrás del cristal.
El otoño
y el frío presentido del invierno.
Le dije:
No me sueltes,
no me dejes caer.
Me gusta la primavera, pero la encuentro demasiado juvenil.
Me encanta el verano, pero es demasiado orgulloso.
La que más me agrada de todas las estaciones es el otoño;
porque sus hojas son ligeramente amarillentas,
su tono más tierno,
sus colores más ricos.
Y tiene un matiz ligeramente triste.
Su dorada riqueza nos habla,
no de la inocencia de la primavera
ni de la fuerza del verano,
sino de la ternura y dulce sabiduría
de la vejez que se aproxima.
Sabe de las limitaciones que la vida nos impone,
y pese a ello está satisfecha.
Lin Yutang
Se despertó de madrugada paralizada de miedo. En el sueño también era de madrugada y también estaba en la cama, rodeada de desconocidos en una oscuridad densa y pavorosa. No podía moverse. Tenía un frío intenso y una sensación igualmente intensa de vulnerabilidad, de desprotección.
Estaba boca arriba, como solía dormir. No era capaz de hacer ningún movimiento. Hacía frío y seguía sintiéndose intensamente vulnerable. Cuando por fin se atrevió a extender el brazo derecho, se dio cuenta de que estaba destapada. Entonces tiró del edredón hacia sí, se envolvió en él y, arropada, volvió a dormirse.
Mariposa en gallego se dice bolboreta. Con dos bes altas, para volar muy lejos.
Cómo sería besarte en una terraza
al sol de la tarde
me he preguntado de pronto.
Debo de estar enamorada,
me he respondido entre risas.
(De Pequeños accidentes caseros, recién publicado por adamaRamada ediciones)
Tras los gritos
cerraron la puerta, despacio,
sin ruido.
Sin darse cuenta de que le habían dejado
cuidadosamente fuera.
Amanece sobre el mar.
El agua parece sangre,
pero sigue siendo agua.
Y el pez sigue teniendo
el color de la plata.
Él quema el papel para que la plegaria se eleve, con las llamas, hasta el cielo y el fuego purificador impida que las palabras sagradas se ensucien de tierra.
Ella lo lleva al contenedor de papel para que reciclada, mezclada y triturada se multiplique en la tierra.
Vacío mis bolsillos sobre la mesa:
nada de lo poco que tengo sirve
para pagar tu rescate.
El tacto suave y quebradizo de las hojas de té verde entre los dedos. Y el susurro con el que caen en el fondo de la tetera.
Cuando rechazó mi regalo diciendo «no lo merezco».
Su extravagante y hermosísima propuesta: «Seguirás sintiendo, y pensando, con la misma intensidad, o mayor aún, porque no hay nada malo, ni equivocado, en ello. Pero al mismo tiempo conocerás, porque lo vas a experimentar, la otra cara de eso que ahora es tu única realidad. Y eso te dará una paz y un gozo que nunca habías sentido.»
Confesión
Quizá crees que mis poemas son para ti,
sin saber que porque lo son,
porque lo sé,
te escondo.
No imaginas lo que escribiría
sin el pudor que me dan tus ojos.
Yarince
Publicado en la lista Escritura Creativa el 27 de octubre del 2004